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Se pasaba los días recordándose a si misma lo importante que era, buscando qué rasgos la hacían diferente de las demás flores. Su color era diferente, también su forma. Quería sentirse especial. Única. Pensaba que el día de su muerte marcaría un antes y un después en la Historia... Quizás el sol dejase de salir o los pájaros dejarían de cantar.  Sin embargo, con el paso de las estaciones empezó a darse cuenta de que su vida no había sido en absoluto diferente a la de las demás. No había crecido más, tampoco había viajado, ni nadie se fijó nunca en ella. Pronto llegó a la conclusión de que ni su color ni su forma la hacían especial o diferente del resto. Era una más. Su muerte sería tan irrelevante como lo había sido su vida. El sol seguiría saliendo un día tras otro y nadie, ni siquiera los pájaros, notarían su ausencia. Ningún libro de Historia contaría su biografía. Su memoria y todos sus recuerdos se desvanecerían con ella. Y fue entonces, cuando se dio cuenta de lo poc

Sobre los debates políticos como reflejo del colonialismo europeo.

Hace poco, asistí a un seminario en el que compartíamos nuestras diferentes experiencias trabajando en el extranjero. Otro compañero y yo hablamos sobre nuestra experiencia en China y en Japón respectivamente, mientras que otros dos contaban su experiencia en países Europeos. La conversación no tardó en derivar en un debate temas bastante densos: cómo se define la felicidad en Europa y y el este de Asia, la democracia o el debate político.  En China, Corea y Japón (desconozco sobre otros países asiáticos) el debate político de calle tal y como lo conocemos es prácticamente inexistente. En Japón, la opinión política de cada individuo es algo extremadamente íntimo, que se reserva para la familia y los más allegados. No se debate en público, en el bar o en los grupos de WhatsApp (en su caso Line) y el pensamiento crítico no es algo que se cultive en las escuelas, aunque en España tampoco es que lo hagamos demasiado bien.  La raíz de todo esto es su cultura colectivista. En Europa y paí
Y cuando nadie me oye, te lloro. Y cuando nadie me ve, muero. Y me ocupo con mil cosas para no pensarte, Para no tener tiempo de llorarte. Ni de morirme.

Haiku

曇りの朝 寒くないかな、 魚さん。 Mañanas de abril. Acaso no tienen frío  las carpas del río.
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アーモンドの花 道路の隣 空を見てる。 La flor del almendro  Junto a la carretera Saluda al cielo.
踏みの音 顧みるけど 竹だけだ。 Suenan pisadas Me giro, miro atrás Sólo es bambú.

Cosas que pasan por la calle.

Lunes por la mañana. Invierno. Salgo a la calle. Al doblar la primera esquina veo un hombre grande y alto, con cara de persona muy ocupada. Intercambiamos miradas. Otro señor lo llama a sus espaldas. Este tiene cara de persona infeliz y cansada. Cuando el hombre con cara de estar muy ocupado se gira a ver qué quiere el otro, recibe un billete de 20 euros que se le había caído. Sus ojos se llenan de sorpresa, hasta se iluminan un poco, cualquiera diría que ha recuperado la fé en la raza humana. Incluso yo me alegro de ver que los lunes también hay gente honrada por la calle. Entonces ocurre algo que ninguno de los dos nos esperamos: a cambio de su honradez, el señor con pinta de cansado exige cinco euros de los veinte que le ha dado. Doblo la siguiente esquina.